Hace tan solo unos días a mi madre le dio por preguntarme si alguna vez había escrito algún texto sobre ser mujer y al pensarlo me di cuenta de que, aunque no lo había hecho, había un tema que quería tocar desde hace mucho.

Cuando era solo una niña la verdad es que no me daba cuenta de muchas cosas, desde mi punto de vista solo estaba disfrutando de pasar tiempo con el resto de las mujeres de mi familia y lo divertido que era invitar a mi vecina a jugar a casa con las muñecas.

Sin embargo, al crecer me he dado cuenta de que esa unión tan especial que yo creí que existía de mujer a mujer no era tan real como en aquel tiempo. Lamentablemente a los 13 o 14 años comencé a lidiar con mujeres en mi vida que solo me consideran como su rival y no su igual.

Incluso dentro de mí misma familia me he visto envuelta en críticas acerca de cómo se ve mi cuerpo y de lo que hago o no hago con un hombre, se me empezó a criticar porque estaba muy desarreglada o por lo contrario porque me arreglaba mucho, también se me critico por no tener novio y al tener uno lo único que pudieron decir de mí es que no era esa “niña que no rompe un plato que todos creían”.

Me dolió mucho crecer cerca de mujeres a las que admiraba y que no sé en que momento me convirtieron en su rival, en que ellas compiten conmigo para algún objetivo que desconozco. Yo creo que las mujeres son maravillosas tal y como son, que cada una tiene un propósito y cada una trata de llegar a su meta de la forma en la que puede. Entonces: ¿por qué debemos de competir cuando está más que demostrado que cada una va a su paso?

Desde mi punto de vista el mundo es lo suficientemente complicado como para ser crueles entre nosotras. Trabajemos para que aquellas mujeres que son menores que nosotras (sin importar nuestra edad) no tengan que pasar por esas situaciones y si no podemos evitarlo, al menos hagámosles saber que en nosotras no encontraran una rival sino una aliada.